
A los 13 años comencé a tomar fotografías con una cámara rosada de mi madre; a los 14 recibí mi primera cámara propia; a los 17 supe que quería ser artista, y a los 20 decidí serlo. Mi memoria, como la de cualquier ser humano, es imperfecta. Por eso decidí inmortalizar lo que ven mis ojos. Tomo fotos para no olvidar y grabo videos para capturar instantes que ya se han desvanecido, con la esperanza de que otros puedan ver lo que yo veo.
Podría decirse que mi obra se caracteriza por tres factores clave: lo cotidiano, el tiempo y la memoria, mi memoria. Hago películas, pero no busco ser director de cine. Tomo fotos, aunque no estoy seguro de dedicarme a la fotografía, siento que hago arte por hacer arte. Me considero un artista amateur, no por falta de técnica, sino porque, como decía Maya Deren, la palabra “amateur” viene del amor. Un artista amateur, entonces, es aquel que hace arte por amor al arte.